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PRESENTACIÓN DE LA ENTRADA AL PARAÍSO EN LA FERIA DEL LIBRO- POR CARLOS MARÍA DOMÍNGUEZ
PRESENTACIÓN DE CARLOS MARÍA DOMÍNGUEZ:
Mi orgullo por presentar a un nuevo escritor en las letras nacionales. Un escritor que presenta su primera novela con la promesa de entregar en los años próximos otras muestras de su indiscutible talento. ¿En qué consiste su talento? En una prosa jugada a la intensidad de las experiencias que narra con una infrecuente libertad para cambiar no de punto de vista sino de perspectiva, de modo que los hechos narrados cobran diferentes coloraturas o visiones a medida que el relato avanza y se diría que juega, porque tiene un componente lúdico importante, con los distintos modos de narrarlos. Al mismo tiempo que mueve la historia que cuenta, también mueve la posición del narrador. No solo la historia no se deja reducir, el narrador es inatrapable. Un narrador sinuoso, impredecible.
Martín Lasalt nació en 1977, estudió Ciencias de la Comunicación y Bellas Artes. De hecho es el autor de la ilustración de la portada de este libro. Cuenta con algunos premios nacionales de narrativa: Concurso de cuentos para jóvenes y de comics.
Otro orgullo para mí es haber acompañado el crecimiento de este libro en el taller literario que llevo adelante con Rosario Peyrou, nunca mejor justificado que cuando una obra se consuma, gana un premio como el de Narradores de la Banda Oriental y la Fundación Lolita Rubial, y se publica para que cumpla con el último paso de llegar a los lectores.
Además de mi previsible orgullo, ahora debo hablarles de mi perplejidad. Pese a haber acompañado el desarrollo de la obra, vuelta a leer la novela no estoy seguro de comprender lo que ha escrito Martín Lasalt, y la mejor prueba de la eficacia de la novela es para mí, esta perplejidad, porque por más que le doy vueltas al asunto entiendo que La entrada al paraíso ahonda en una oscuridad plena de sentidos y lo que me parece más admirable, sobre una historia clara y precisa.
Leer es malinterpretar. Lo que un escritor escribe para otro no se realiza sino bajo la mirada del otro, que no necesariamente coincide con la mirada del autor ni la del lector que tiene al lado. Esto que podemos asumir sin mucha dificultad, como una relatividad inherente a la comunicación de las obras, tiene otra vuelta de tuerca en las obras literarias bien realizadas, aquellas que, como es el caso, admiten muchas lecturas y no agotan su sentido. Así que no tengo más remedio que darles una idea general de mi lectura particular de La entrada al paraíso, se corresponda total o en un ínfima parte a las intenciones de Lasalt, o a lo que el comprenda de lo que ha escrito. ¿Cómo? ¿Un escritor no tiene absoluto dominio sobre lo que escribió? La verdad, si me guío por mi propia experiencia… No.
A la modernidad de este libro podemos adjudicarle el humor cínico con que se retratan las iglesias evangelistas y los Testigos de Jehová que proliferan desde hace años en los pueblos y la capital de Uruguay, y a su raíz cristiana, en una plano más profundo, la piedad que cubre a los personajes de una historia que recorre todas las estaciones del dolor de una pareja joven, de un barrio periférico de Montevideo, a la que le han robado su bebé de pocos meses.
Es el tema de su argumento, sensible sin atenuantes. El robo de la intimidad, en su naturaleza biológica, psíquica y amorosa.
No es una novela mística, sin embargo. Tiene todos los componentes de un caso que podríamos llamar policial, el robo de un bebé, o social, el mundo de las iglesias en los barrios populares, con sus casas de bloque, sus cunetas, sus familias de trabajadores, gente hecha en el trabajo duro. Sergio es albañil, Matilde, ocasional costurera o limpiadora, no hay intelectuales en esta vuelta, ni especulaciones que no tengan que ver con la necesidad de resolver la vida en su núcleo más elemental y descarnado, el amor y su robo, los caminos de la desesperación.
La novela arranca con una intuición materna: el bebé está vivo, Matilde sabe dónde está y le pide la bicicleta a una amiga para ir a buscarlo. Parece un desenlace, pero es el comienzo de una trama que nos lleva por el pasado y el presente de esta pareja humilde y desguarnecida frente a una hecho no solo incomprensible, también aniquilador de su justificación en el mundo. El mundo se ha cerrado para ellos. Es un caso similar al del inmigrante sirio que naufragó con su familia en las aguas del Mar Egeo. Aperició el chiquito de cinco años tirado en la playa, en los brazos de un rescatista. La foto dio la vuelta al mundo. A mí me impresionó particularmente que la primera declaración del hombre que había perdido a toda su familia fuera volver al infierno del que salió a enterrar a sus muertos. Este hombre que estaba peleando por un futuro, para llegar a Europa, de golpe se le terminó la vida, se le acabó el plan, y vuelve al lugar del que escapó, lo cual es un contrasentido desde el punto de vista lógico; sólo es comprensible desde lo emotivo.
Algo de este orden pasa en la pareja de Sergio y Matilde. Matilde está empastillada para soportar el dolor y vacila en aceptar la ayuda de las iglesias evangélicas que se le acercan. Su madre es Testigo de Jehová, y Matilde conoce desde adentro el modo en que funcionan. Sergio les tiene un profundo rechazo. Han pasado por el calvario de la impotencia policial para resolver el robo del bebé, por la manipulación amarillista de los canales de televisión, y se enfrentan a su propia soledad en un ambiente áspero, lleno de limitaciones, y frecuentados por servicios religiosos que organizan la asistencia a los desamparados a condición de que abracen una fe salvadora, ciertamente manipulada pero que llega a los casos desesperados cuando han fracasado las instituciones del Estado. Es ahí donde prosperan las iglesias, en los sectores populares, y no solo en los sectores populares. Las contradicciones, absurdos, las manifestaciones más patéticas de esas iglesias tienen en la novela un retrato descarnado y mueven una parte de la trama en la que están involucrados los protagonistas.
Dije que Sergio y Matilde recorren las estaciones del dolor. ¿Hay estaciones? Hay, nos dice Lasalt: el asilamiento, la desesperación, la culpa, el aturdimiento en el alcohol, el sexo, el sufrimiento psíquico, los consuelos religiosos, las pruebas de la adivinación, la conmovedora paciencia, el abrigo del amor, la impotencia del abrigo del amor, su deceso, la violencia, la autodestrucción, el sacrificio, en este caso, de un perro, la resignación a las mentiras, son muchas. Y todas las recorre esta trama que va de la intimidad de un personaje a otro y deja en suspenso la intuición del inicio de la novela para mostrar un mundo, a veces con humor, con un realismo que no escatima la crueldad, y la piedad, y la locura, hasta su desenlace final. Nos dice Martín Lasalt: es una historia loca, es una historia cruel y estúpida, es lo que a veces pasa.
Desde el punto de vista estético, lo más interesante de la novela es que monta al lector, más que en una intriga, en una emoción sostenida a lo largo de todo el relato. A medida que se ingresa en la novela el lector queda atrapado, diría mejor, subido a una emoción que hace su propio recorrido, más que por el argumento, por la suma de estaciones del psiquismo y la intimidad, tejidas fuera del tiempo lineal. Es una novela de montajes que trastoca los tiempos y los espacios, y los ordena por su simultaneidad. Lo que hace un personaje, lo que hace otro, y el otro. A veces por sus consecuencias, de modo que un episodio se interrumpe, sus consecuencias asoman en la reflexión de otro personaje, y regresa al momento en que el episodio quedó suspendido. El tiempo y el espacio se mueven y tejen su propia lógica, nada hermética para el lector, porque el lector ya va prendido de la intensidad de la prosa. Una intensa velocidad. A Martín Lasalt le gusta la velocidad, y dar sorpresas, de modo que uno no termina nunca de instalarse en una perspectiva que ya estamos delante de otra, y en esa suma va añadiendo ideas, retratos sociales, descripciones de personajes, pedazos de mundos, acontecimientos sensibles y duros, y tremendos, con una gran sencillez y contundencia.
Ese es el armado de esta novela que poco a poco corre las sombras en la minuciosa búsqueda de la puerta del paraíso, que desde el mito de Adán y Eva siempre es un regreso al origen. La restitución a una felicidad de la que fuimos expulsados. ¿Lo conseguirá Matilde? Es la pregunta de este libro que también es un homenaje a la condición femenina, al valor de las mujeres para soportar el peso del mundo, y les recomiendo leer. Porque se trata de una experiencia estética, del espíritu, y la vivirán mientras la lean.